domingo, octubre 30, 2005

Dedicado a mi:

Ella se ha fugado de mi boca. He perdido la huella de su seno... Mi noble tesoro, mi estrella, mi noche radiante en que con besos le vendí mi cuerpo. Esa noche estuve desnudo sobre sus huesos... En su cuarto perfumado de flores mi corazón aprendió a tenderla de espaldas sobre la blanca niebla de su lecho. Con verdaderas ansias rasgué la tela de sus pechos. Y en ellos... la noche anidaba sus estrellas, y con ellas... sus horas largas. Con tildes y comas a la hora de la siesta. Y pasan los días, y con ellos las horas, y con ellas los pájaros, sus alas, su trinar y su vuelo. Y ella cruza con su velo largo, flota sobre el agua, entre sus manos recoge estrellas y al mar se las regala... y siembra jardines en el mar celeste de sus ojos. Esta mujer guarda lágrimas en su mirada. Son sus huéspedes, a quienes expulsa cuando de arreglar su casa se trata. Su cuerpo dulce era mi vicio en noches solitarias. Ni hablar de las flores venenosas de sus pechos y su vientre vivo. Es cierto que cerró mis ojos con su aliento y que, al cerrarlos, desapareció para siempre con su lengua inerte. A sangre y fuego la busqué entre los espejos, en la huella de su cintura en mi trémula mano y en la hierba húmeda de su recuerdo. Dicen que la borrasca se la ha llevado y entre sus relámpagos se ha enredado... Me aconsejan ponerle punto aparte a la infinita delicia de sus versos. Más sin embargo... el camino aún es largo. Clavaré el punto sobre su ombligo nocturno y partiré a conquistar nuevos territorios. El próximo verso que ha de empujarlo a mis hojas la brisa de la vida... Mis pies como mis huellas en los puntos suspensivos de mis letras... ( Por algo digo que el verso que yo más quiero es el próximo que viene. Ese verso que aún no escribo...)
Carlos Dario...
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